domingo, 18 de enero de 2015

La Procesión

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Vuelvo a la calle de la Bouza, que ha sido para mí un verdadero escenario al cual me asomé tantas veces en mi infancia desde las ventanas de la habitación de la abuelita. Ya lo he comentado en otra ocasión Aun ahora me produce un bienestar enorme apoyarme en un alféizar y dejarme llevar un poco por la vida vivida y los recuerdos. Hoy se ve menos gente; casi no hay movimiento, pero yo sigo disfrutando, enmarañada un poco en mis recuerdos y en ese cariño que me rodeó siempre  de niña.

Todas las procesiones bajan por esta calle desde la Iglesia. Siempre ha sido así.Y las ventanas y balcones de las casas del pueblo se adornaban con la bandera de España. En casa también se cubrían por completo las rejas de la solana de lado a lado. Todo esto me parecía muy importante y se creaba un ambiente festivo que me emocionaba mucho.

Como era habitual, las ventanas de la habitación de la abuela eran nuestro palco particular. Desde allí veíamos cómo iba acercándose la procesión; -”¡mirad, mirad, por allá viene…!”- ¡Qué emoción!. A lo lejos se divisaban los primeros monaguillos con los velones; luego los que llevaban el estandarte y todos bajaban despacito, marcando el paso mientras la banda municipal interpretaba algo solemne. Al final aparecían sobre las andas la Virgen del Carmen, o San Roque o a veces también el párroco bajo palio con la Custodia… Y gaiteros, además gaiteros cuando lo requería la ocasión.

La gente se ordenaba en doble fila, una a cada lado de la calle. Iban cantando a la Virgen, o invocando el perdón del Señor, o exalzando su amor en el Sagrario, dependiendo de  la celebración, como es natural.


El pueblo entero participaba. Las mujeres se ponían muy elegantes. Algunas llevaban cirios muy largos, reforzados con una tablilla de madera y la mayoría de los hombres iba siempre detrás del todo: los últimos de la procesión. (Los hombres siempre separados de las mujeres, lo mismo que en la iglesia: las mujeres en los bancos de la derecha y los hombres en los de la izquierda. Cuando yo era niña siempre era así).

La procesión avanzaba lentamente. La banda de música, su solemnidad, se apoderaban de mí y hacían que me sintiera realmente conmovida en la mayoría de las ocasiones.  Algunas personas, al pasar por delante de la fachada de nuestra casa, miraban hacia las ventanas en donde estábamos nosotras y saludaban a la abuela con un gesto amable…

Y la abuelita les respondía esbozando una sonrisa y nos acercaba hacia sí abrazándonos, mientras musitaba un Avemaría o un Padrenuestro.






2 comentarios:

Vanbrugh dijo...

Me ha encantado. Qué alegría que vuelvas a escribir, qué preciosos tus recuerdos y con qué sencillez tan profunda y tan exacta los reflejas.

"Todo esto me parecía muy importante y se creaba un ambiente festivo que me emocionaba mucho".

Con qué emoción y con qué intensidad viven los niños las fiestas y las ceremonias que ven que son importantes para los adultos. Por eso me molesta cuando oigo decir cosas como que "las navidades son importantes por los niños". Lo que se hace "por los niños" se hace en un tono menor, condescendiente, que los niños detectan y, a su vez, desdeñan. Si queremos que algo sea importante para ellos, primero tiene que serlo también para nosotros. Para los niños no hay fiesta mejor que ver que también los adultos están de fiesta.

María la Delsa dijo...

Muchas gracias por tu visita y tus palabras de aliento...
Besos,