miércoles, 21 de noviembre de 2012

La lechera





No recuerdo con qué frecuencia venía la lechera a casa. Pero la ví alguna que otra vez, con sus botas cortas, calcetines gordos, un delantal grande a modo de falda envolvente sobre un vestido oscuro algo viejo y un pañuelo en la cabeza, atado por detrás. Traía una gran cántara que apoyaba sobre la mesa de pino  de la cocina y un “cuartillo” para medir.
  
 -¿Cuánta quiere hoy?  le preguntaba a mi abuelita. 
  - Déjeme cinco cuartillos... ¿No le echará agua, verdad? ¡Es que últimamente hace muy poca nata!
   - Ay, no señora, ¡qué cosas tiene!
.......
Seguro que alguna vez le echaría algo de agua para aumentar un poco más la ganancia pero de todos modos esa leche hervida sí que hacía nata. Muchas veces la abuelita hacía requesón y mantequilla y si llegábamos a tiempo, cuando estaba metida en danza, nos ponía una tostadita de pan con un montón de nata y azúcar por encima.

¡Eso era un manjar!.