lunes, 26 de mayo de 2008

El "Mi Jesús", del P. Ribera












Cuando recuerdo y saco a colación las directrices católicas -escritas- que formaron mi conciencia de niña, solo puedo dar gracias a Dios porque no he salido tan tarada como sería de esperar... Un poco sí que lo estuve, pero se me ha pasado.

Este “Mi Jesús –Devocionario que ofrece a los niños el P. Luis Ribera”, editado en 1952, es realmente, un ejemplar digno de estudio. Me acompañó siempre en mis obligaciones de buena cristiana, o sea, en las misas de los domingos y en las preparaciones y acciones de gracias de la Comunión. Me ayudó a conocer los nombres de los ornamentos sagrados y los objetos litúrgicos... Me conmoví con sus truculentos dibujos sobre el infierno y el pecado; me emocioné mil veces con el apedreamiento de san Tarsicio, que llevaba la comunión “a los cristianos presos en la cárcel por amor de Jesús”; me dejó estupefacta viendo a la niña que ¡¡ tiraba al Niño Jesús a las serpientes ¡! porque había hecho una mala comunión... (¿Se puede ser más bruto, a la hora de catequizar a un niño?). Yo
fui muy poco crítica. Aceptaba todo de buen grado y no me planteaba nunca interrogantes... ¡pobrecita de mí...!.

En el “Mi Jesús” venían , ilustradas, todas las estaciones del Via Crucis, los misterios del Rosario, ilustrados también, con su letanía lauretana; los cánticos más al uso, los sacramentos de la Iglesia, reflexiones sobre los nueve primeros viernes de mes... y una página al principio, la que más me gustaba, que se titulaba “Santos Recuerdos” y era ahí donde, a mano, había que rellenar los huecos en puntos suspensivos correspondientes a las fechas más importantes de tu vida. “Nací el día..... Recibí la Confirmación el día ..... Recibí la Primera Comunión a la edad de ... el día.....” Y luego, al final, firmabas una declaración de fé:
“Soy cristiano, y prometo a Dios, a la Virgen Santísima y al Angel de mi Guarda, vivir siempre como buen cristiano y como buen hijo de la Iglesia Católica. Y así espero morir, ayudado por la gracia de Dios. Lo que firmo en .... el día..... (Firma)”
En fin. Aquí lo tengo y la verdad es que me encanta, a pesar de todo, porque supuso mucho en mi vida, más para bien que para mal, aunque cueste creerlo... Porque, además, entre las páginas del librito también me encuentro con muchas más cosas que las escritas.

viernes, 23 de mayo de 2008

La confesión

Mucha parte de mi infancia me la pasé
“en pecado mortal”. Bueno, no sería tanta, pero la sensación de estar en pecado mortal sí que la tuve alguna vez y recuerdo ésta como la más incómoda.

El sábado por la tarde era el día de ir a confesarse. Teníamos esa costumbre que, por cierto, no me gustaba nada, pero la abuela nos llevaba a la Iglesia y con solemnidad y recogimiento nos ayudaba a hacer el examen de conciencia (que ahora suena un poco a chino, o a algo un poco lejano y en desuso). Que si teníamos pereza, que si mal genio, que si habíamos desobedecido en algún momento, o estábamos distraídas en clase, ...etc.etc.

Me preparé como pude, pero tenía algo que me desazonaba enormemente y que me parecía imposible de confesar, a pesar de la gravedad: la semana anterior ¡¡yo había pegado un moco en un banco de la Iglesia -lugar sagrado-...!! y lo tenía sobre la conciencia como un sacrilegio o algo parecido. ¿Cómo lo iba a confesar?; me daba una vergüenza enorme; ¡qué ordinariez, además...! Pero... ¿cómo omitir a propósito un pecado tan grave...?

Yo temblaba por dentro, de los pies a la cabeza. Y llegó mi turno. Y me confesé de lo de siempre, como una retahíla, pero no dije nada del moco. Fui incapaz.

Volví al banco. Seguía temblando, más en pecado que antes, y luchaba en mi interior ¿Vuelvo al confesionario... no vuelvo...?. ¡Pero no podía irme a casa tan campante, digo yo...!

El Espíritu Santo me animó. Me decidí heroicamente, a pesar de lo humillante que me resultaba la cosa, a confesar de nuevo.

-“Abuela: que tengo que volver a confesarme, que me he olvidado de algo”-


Volví al confesionario y... ¡lo dije!, muerta de miedo, pero lo dije!.

El alma se me quedó blanca como la nieve. Y ni recuerdo lo que me dijo D.Benigno. Supongo que se reiría por dentro... y ...tres avemarías...


¡Qué descanso, Dios mío!.

domingo, 11 de mayo de 2008

Mis flores

Este año no me ha florecido el muguet. He estado esperando pacientemente. Se ha llenado la maceta de hojitas verdes, sanas y brillantes, ¡pero no ha aparecido ni una vara de flor!. No sé que le habrá podido pasar... ¡qué le vamos a hacer!. Dejo aquí una foto del año pasado y mi recuerdo del jardín de la abuela, en donde conocí por primera vez en mi vida estas delicadas y olorosas florecitas cuando era niña.


En cambio, sí que me ha dado tres flores el
iris amarillo que me regaló Marta hace ya varios años. ¡Qué alegría!.

sábado, 10 de mayo de 2008

"Aquí ya no tenemos religión"



"Nós". Castelao
Hace muchos años, visitaba con mis padres la preciosa iglesita románica de una aldea pontevedresa cercana a nuestro pueblo de veraneo. Está situada en un otero, rodeada de robles centenarios, desde donde se domina un precioso valle con huertas y vides... un paisaje muy pintoresco, acogedor y tranquilo, que invita a la contemplación. Mi padre tenía la costumbre y el gusto de hablar con la gente de los pueblos de allí; les sonsacaba, les preguntaba, les escuchaba... y apareció una mujer mayor con la que entabló un pequeño diálogo. No recuerdo exactamente cómo fue la cosa... Le preguntaría por las fiestas del Santo Patrón, o por el párroco de esa iglesia... qué sé yo... Pero oí algo que no se me olvidará nunca y que me dió mucho que pensar.

Aquella mujer se lamentaba profundamente de cómo estaban cambiando las cosas, qué loco estaba el mundo, que hasta el cura se había llevado de la Iglesia la imagen de San Roque “...¿sabe usted? ...¡y eiquí xa non temos relixión!”.

sábado, 3 de mayo de 2008

Empieza el mes de mayo...


"O maíño maio é moi pillabán
quere que lle dean os cartos na mán.
Para facé-lo maio tivemos que roubar
frores e fiúncho na casa de San Blas...”


...y yo me acuerdo de los niños de Villajuan, que iban por las casas con sus “mayos”, cantando esa canción y pidiendo unos “patacones” para comprarse luego chucherías.


“Los mayos” son unas decoraciones florales muy lucidas, en forma de alfombras, o conos, o altares, que se hacen como homenaje de bienvenida a la primavera y con ella a la Virgen. Hacer "mayos" es una costumbre muy gallega y creo que también portuguesa y supongo que se harán también en otras partes de España aunque lo llamen de otro modo.


Pero los niños en Villajuan se hacían sus propios “mayos” que paseaban por el pueblo, yendo de casa en casa, mientras cantaban esa canciocilla tan especial, que tiene su picaresca. Los hacían dentro de cajoncitos de madera o bandejas más o menos grandes, decorados con flores, hierbas aromáticas, estampitas, y artilugios de adorno, según la imaginacion y el gusto de cada cual. Allá iban, tan felices, de puerta en puerta mostrando sus obras de arte y yo me quedaba embelsada admirando esos trabajos tan bonitos, porque lo eran realmente: como las alfombras de la procesión del “Corpus Christi”, pero en pequeñito.

En casa se ponía un altar a la Virgen; un altar escalonado como los de la iglesia, lleno de flores por los laterales hasta terminar en el centro con una imagen de la Virgen que no consigo “ver” ahora. ¡Me encantaba ese altar!... No sé por qué me parecía tener algo del cielo en casa...

El caso es que esto también era como un ritual. Bajábamos al jardín a cortar flores (bajo la indicación de la abuelita). Normalmente eran espireas (Spiraea arguta
) o celindas (Philadelphus coronarius) o bolas de nieve (Viburnum opulus), que estaban en su apogeo por esas fechas, todas blancas y la celinda con un olor suave, delicioso; las colocábamos en los distintos floreros y quedaba el altar que daba gloria, con sus mantelitos de encaje, blancos y almidonados... ¡Cómo me hubiera gustado tener una foto ahora con la que poder decorar este recuerdo...! Cuando entrábamos en esa alcoba no “nos quedaba más remedio” que cantar a la Virgen una canción.

Toma, Virgen pura, nuestros corazones
no nos abandones, jamás, jamás,
no nos abandones, jamás, jamás...