viernes, 29 de febrero de 2008

Mª del Suspiro Ardiente

Cuando yo era niña, mi abuela (con quien viví varios años) me llamaba de vez en cuando “Mª del Suspiro Ardiente”, así, como suena. Creo que era porque yo suspiraba cuando tenía que hacer vainicas y no podía bajar a jugar al jardín con mi hermana hasta que acabáramos la tarea que nos marcaba previamente. –“desde aquí hasta aquí”- sobre un pañuelito de batista, o sobre un pañito de panamá para bandejas.

Seguramente, suspiraría por más cosas o me quejaría de otras, o lloraría por cualquier accidente doméstico que me ocurriera (siempre fui muy llorona)... porque desde pequeñita tenía un “sentimiento trágico de la vida” que no se me ha pasado aún, y voy a cumplir 63 años dentro de poco...



En esa época de mi vida, al calor del cariño de mi abuela, aprendí el gusto por las labores (a pesar de los suspiros) y aprendí muchísimas cosas más sobre el amor de la familia y el privilegio de formar parte de una muy especial en la que nunca me faltó de nada. Sobre todo, nunca me faltó lo más importante: sentirme muy querida.

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