domingo, 2 de marzo de 2008

Los abuelos

Mis abuelos son una referencia muy importante en mi vida (y yo creo que en la de casi todo el mundo); sobre todo mi abuela, a quien traté mucho más porque vivió hasta 1975, año en que yo me casé. Era divertida, simpática y cariñosa. Como la mayoría de las jóvenes de su tiempo (las jóvenes “de buena familia”, como se decía), había aprendido a dibujar muy bien, pintaba al óleo, bordaba de maravilla, y tocaba el piano. ¡Qué recuerdos, aquellas sesiones en el salón, cuando estábamos en familia!. La abuela al piano y todos cantando alguna muiñeira o aquellas “guajiras” que ella nos enseñó y que siempre acabamos recordando en los veranos, todavía hoy.

“Se ponen al fuego dos
adarmes de "indiferencia"
catorce gotas de esencia
de "agur y vaya con Dios".
Se añade una libra en pos
de "no me importa" molido
y todo muy bien cocido
en "aceite de alegría"
se toma una vez al día
en la taza del olvido".

“Cuando más tranquila estaba
sin pensar en el cariño
hiciste que te quisiera
y te quise con delirio.
Y te querré mientras viva,
y hasta después de la muerte.
No te creas que es mentira,
que después también se quiere.
Yo te quise con el alma
y el alma nunca se muere”.

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“Hoy es sábado y no quiero
dormir en la serranía
porque rondan los gañanes,
y yo me muero de envidia”

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“La espigadora con su esportilla,
hace la sombra de la cuadrilla...”

"Soy el rata primero
y yo el segundo
y yo el tercero..."


Sabía muchas canciones y coplillas y versos que escenificaban en el colegio, según nos decía... (Ya tendré ocasión de escribirlos para que no se pierdan).

Pasados los años, supe que la mayoría de estas canciones provienen de zarzuelas... Se ve que le gustaban...


Cuando la abuela se arreglaba, como para salir de visita, y le preguntábamos “¿a donde vas?”, siempre nos contestaba lo mismo: “A contar los frailes, que falta uno”. Y ya no peguntábamos más, aunque no entendíamos bien y, a veces, nos fastidiaba porque sabíamos que iba a otro sitio cualquiera y no nos lo decía, “por curiosas”...

Le horrorizaban las tormentas. Se ponía nerviosísima; con el rosario en la mano, recorría la casa rezando a SantaBárbarabenditaqueenelcieloestásescritaconpapel yaguabendita Santa Bárbara doncella líbranos de una centella o de un rayo mal parado, por Jesús sacramentado en el ara de la cruz, pater nostre amén jesús”... y, de vez en cuando, daba un respingo enorme cuando sonaba un trueno. Mi abuelo, en cambio, para quitar dramatismo al momento, nos cogía de la mano y nos llevaba a la ventana del salón. “Mirad, niñas, qué maravilla, mirad esos relámpagos que cruzan el cielo...¡qué hermosura!”

¡Y siempre me han gustado las tormentas!. ¡Ah, pero desde una ventana, claro!.

Estos eran mis abuelos maternos, a los que conocí y quise mucho. Vaya para ellos mi primer recuerdo en este blog...

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