En los veranos, cuando la abuela era ya mas ancianita y se acostaba también más temprano que los demás, íbamos todos los hermanos a desearle las buenas noches en comitiva. Entrábamos en su dormitorio como quien entra (exagerando un poco) en un santuario. A la abuela le llenaba de alegría nuestra presencia y se notaba que disfrutaba mucho de este rato. Nos quiso siempre muchísimo, y nosotros lo supimos siempre.
“Vamos a ver, tú –señalando a uno de nosotros- abre el armario... Ahora coge esa cajita...”
-“Cuál, abuela, ésta?”
-“Si; acércamela”
Se la acercábamos y ella la abría ceremoniosamente mientras todos esperábamos ilusionados. En la caja había unas veces caramelos, otras, galletitas de barquillo de esas alargadas con capas de vainilla, según... Nos hacía ponernos en fila y nos iba repartiendo una unidad a cada uno, a la vez que le dábamos el beso de las buenas noches.
Como éramos tantos, había quien intentaba “despistarla” y se ponía de nuevo a la cola para recibir doble ración. Pero no se le escapaba el detalle a la abuela...
-“Tú no, que ya has cogido... Anda, bueno, toma otro...”
y entonces los demás armábamos un guirigay:
-“¡A mí también, a mí también!”
Y la abuela, feliz, terminaba el reparto; nos pedía que guardáramos de nuevo la cajita de lata en el armario, y se disponía a dormir en cuanto salíamos de la habitación.
Qué importante era todo, ¡hasta los caramelos..., sobre todo si nos los daba ella!.
9 comentarios:
¡Uff!
La Uge:
Uff qué pena; uff, qué emoción, uff, que cajita tan mona...Uff, qué tostón...!
¿Me puedes sacar de la duda que me corroe el almaaaa...?
¡Gracias por andar por aquí. Me gusta.
Un beso.
Uff qué pena; uff, qué emoción, uff, qué cajita tan mona... Me lleva a otras "cajitas" tan lejanas como la tuya (o no tan lejanas).
¡Gracias, La Uge! Eres muy bondadosa, al haberme contestado.
Cuando le di al botón para que me sacaras de dudas, casi, casi me arrepentí y pensé decírtelo en otro comentario a continuación, pero no lo hice porque "perdí la vez" en el ordenador...
Besos
Yo también digo Uff como LaUge. Uff, qué encanto misterioso tenían las cosas que guardaban las abuelas en los armarios.
Yo sólo conocí a una abuela, la materna, por la cual llevo yo mi nombre. La llamábamos Lalá y tenía un costurero en el cuarto de estar, de esos que son una cestita, con un volantito alrededor y unas flores de fieltro en la tapa, y en él guardaba una cajita transparente con caramelitos redondos, pequeñines, de muchos colores y les llamábamos gotitas o pititas (¡como la Ridruejo!) A mi los que mas me gustaban eran los de color malva o rosa, y aunque ahora los siguen haciendo no saben como aquellos del costurero de Lalá...
Hola, soy tu sobrino Pablo. me he encontrado este blog casi por casualidad y he leído todas las entradas de un tirón.
Es un gusto leerte y aprender sobre cosas que no he vivido y sobre todo conocer mejor a una de mis tías favoritas.
Añado el bloga favoritos para pasarme de vez en cuando a ver qué recuerdos nos regalas.
Bueno, bueno...
Primero Cigarra: Conozco esos caramelitos que nosotros llamamos goti
tas, y me encantaban. Pienso, como tu, que ya no saben como antes, pero el misterio de las cajitas de las abuelas perdura tal cual.
Pablo: me he quedado patidifusa viéndote por aquí. No sabes qué alegría tan grande me has dado con la visita. ¡Ni por asomo podría imaginarme que fueras tu uno de mis lectores...
Me gusta mucho encontrarme entre tus tías favoritas... Te invito a una caña.
Un beso y escríbeme de vez en cuando.
Gracias a los dos.
Nosotras, en nuestros tiempos, también íbamos a despedirnos de la tita Encarna a darle un beso de buenas noches, pero en el fondo esperando que nos diera permiso para coger la caja roja de detrás de las cortinas...
Me gusta tu blog.
Ah, Ire: ¡eso sí que lo sabía yo...! Tienes razón. "La Caja Roja" fué la tradición siguiente...
Besos, y está muy bien que me lo recuerdes. Muchas gracias.
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