y los demás son: una frutería,
sábado, 8 de diciembre de 2012
Nacimiento 2012
y los demás son: una frutería,
miércoles, 21 de noviembre de 2012
La lechera
lunes, 23 de abril de 2012
Mi hoya carnosa sigue viva
miércoles, 11 de abril de 2012
La Calle de la Bouza de Abajo
Dos de las ventanas de la habitación de la abuelita que, en un tiempo, fué también donde dormíamos nosotras, dan a la calle de la Bouza, una calle empinada que empieza en la plaza donde está la casa del Sr. Cura y termina en el Tombo. Ahora está asfaltada, pero antes era de tierra y no tenía aceras.
Nosotras no íbamos a jugar a la calle, como hacen los niños en los pueblos. No nos dejaban. Sin embargo, la calle tenía para mí un atractivo especial; era como un escenario en el que transcurrían las vidas de todos y desde las ventanas observábamos el ir y venir de la gente, mirábamos cómo jugaban las chicas a la billarda, como barría Chuco, incansable, y la hija de Celeste pasaba con el cesto en la cabeza, sin manos, y no se le caía… (¡qué envidia!); “Corazón”, el borracho oficial, a quien yo tenía mucho miedo, se paraba y decía palabrotas a voz en grito mirando hacia arriba; una mujer con un palo, guiaba a un par de cerdos para recogerlos en su cochiquera; las gallinas paseaban tranquilas hasta que las llamaban para comer; los niños se montaban en tablas de madera con ruedas pequeñitas, fabricadas por ellos mismos, y se dejaban caer a toda mecha desde la mitad de la cuesta con el peligro de estamparse en alguna pared…(¡nunca se estampaban!). Y, cuando llovía, la calle era como un torrente de agua incontrolada que arrastraba palitos, piedras y papeles, como barcos a la deriva... ¡Qué entretenido era ver correr el agua loca, precipitándose cuesta abajo!. Yo me he pasado grandes ratos disfrutando de ese espectáculo, y lo recuerdo tan fresco y tan mojado como antes, lleno de olor a lluvia y tierra.
Pescantina. Cerámica de Cesures
Algunas mujeres se descalzaban para no mojarse los zapatos; otras usaban zuecos. Y aquella pescantina (“pesca”, como llaman allí), con su cesto lleno de xoubas en la cabeza (esos cestos cuadrados, trenzados con láminas de madera de castaño, tan bonitos), bajaba descalza con el pico del delantal sujeto con la boca.
Podía parecer que el cesto le protegía del agua pero, entre las ranuritas del entramado, caía sobre su cabeza toda el agua de la lluvia mezclada con la del mar que llevaban las propias sardinas.
viernes, 16 de marzo de 2012
jueves, 19 de enero de 2012
Novedades en mi Nacimiento 2011
Este año tenemos unas cuantas novedades en el Nacimiento. Aparte de que es bastante mas grande que el del año pasado, cosa que me ha dado margen para agrandar el paisaje y dar más rienda a la imaginación, tenemos, como aportación de mi amiga Sisa, un dentista recién llegado de Brasil y una pareja de novios que por el tamaño bien pueden ser niños de Primera Comunión, hijos de cualquiera de los pastorcillos que andan por ahí con las ovejas. Estoy encantada. El dentista no tiene local adecuado y le he puesto a trabajar al aire libre, en pleno campo, del mismo modo en que estaba un barbero afeitando a un cliente en una cuneta de la carretera en Pekín, que lo vimos Ricardo y yo hace unos años… Así pueden ser las cosas. Para el 2012, si Dios quiere, haré un local especial, estoy segura, pues buena falta hace tener un dentista como Dios manda en un medio rural como Belén.
También he hecho un colmado con todos los alimentos necesarios (pan, quesos, melones, patatas, embutidos.. etc. etc.). Alguno de los alimentos me costó un trabajo enorme, como por ejemplo una serie de chorizos chiquititos que sólo se me ocurrió a mí hacerlos con fideos de la sopa, hidratados para poder manipularlos, pero que se manipulaban terriblemente mal, porque se me pegaban a los dedos y era espantoso… Al final, quedaron decentes, pero sufrí un poco, la verdad. La tienda está estupenda y uno de los pastores ya ha comprado una ristra de chorizos para llevar al portal… Así da gusto.
Y tengo tres figuritas nuevas que compré en la plaza Mayor. Dos de ellas son mujeres con niño. Una lleva al niño de la mano y la otra lo lleva en brazos. No tenía niños en mi Belén y ha sido un capricho que me he permitido. Además he decidido que todos los años iré a comprar alguna figurita más para engrosar la población. La otra que compré es una anciana que no tiene demasiado salero, pero… ¡ancianita, al fin y al cabo!.
¡Me lo paso de maravilla y no pienso desmontarlo hasta el mes de febrero!. Todavía no lo han visto mis vecinitos de enfrente.