Tenía una barba larga, enredada y sucia, el pelo largo también, hecho una maraña, una boina negra, mas bien parda de puro vieja y el atuendo propio de un ser huidizo, solitario y loco, lleno de mugre, que no conoce más que el agua de la lluvia y la extensión de la carretera, que le lleva y le trae de un pueblo a otro, sin más intención que la de andar huyendo de su propia existencia, con su miseria a cuestas.
A Severo le daban miedo los coches. Pero le daban miedo de verdad... ¡muchísimo miedo!. Yo creo que su instinto le advertía que eran aparatos provenientes de otro mundo y le iban a hacer daño.
Pocos coches circulaban por aquel entonces por esas carreteras de Dios pero cuando oía a lo lejos el ruido de un motor que se aproximaba, se adentraba de un salto en la cuneta, muerto de miedo, y se abrazaba fuertemente a un árbol mientras seguía, atemorizado, con sus ojos de loco, la trayectoria del coche hasta que desaparecía.
Se abrazaba al árbol para sentir su fuerza protectora, como el animalillo que se esconde en la madriguera, y asoma la cabeza, asustado, esperando que pase el peligro...
A Severo le daban miedo los coches. Pero le daban miedo de verdad... ¡muchísimo miedo!. Yo creo que su instinto le advertía que eran aparatos provenientes de otro mundo y le iban a hacer daño.
Pocos coches circulaban por aquel entonces por esas carreteras de Dios pero cuando oía a lo lejos el ruido de un motor que se aproximaba, se adentraba de un salto en la cuneta, muerto de miedo, y se abrazaba fuertemente a un árbol mientras seguía, atemorizado, con sus ojos de loco, la trayectoria del coche hasta que desaparecía.
Se abrazaba al árbol para sentir su fuerza protectora, como el animalillo que se esconde en la madriguera, y asoma la cabeza, asustado, esperando que pase el peligro...
Después continuaba su larga, interminable, caminata...
Severo pasaba mucho miedo. Y yo también, cuando le veía, porque me parecía una mezcla inquietante de hombre y animal.
Severo pasaba mucho miedo. Y yo también, cuando le veía, porque me parecía una mezcla inquietante de hombre y animal.
2 comentarios:
¡Cómo nos impresionan cuando somos niños esas personas marginales, que notamos distintas! Recuerdo una vez en que pasé con las niñas, a la vuelta del colegio, junto a un hombre de ese tipo, que debía estar mal de la cabeza, porque al pasar nosotras se volvió de espaldas, poniéndose de cara a la pared. Yo no dije nada, pero Clarita debió notar en mí cierta inquietud, porque seguimos andando en silencio, y al cabo de un rato comentó, con esa visión de la realidad que tienen a veces los niños: "Qué pobre tan pobre. Lo mismo, ni tenia nombre"
¡Qué filosofía, la de Clarita!. Tenía razón, a veces parece que a esas personas no les cabe el nombre, y ni siquiera una sonrisa.
Muchos besos, La Delsa
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