-"Abuela, que se me mueve un diente!”-
Si se movía lo suficiente, la abuela enrollaba alrededor un hilito, hacía un nudo y... ¡zas! daba un tirón y el diente se desprendía sin doler y sin sangrar nada. Lo envolvíamos en un algodón con mucho cuidado y esperábamos, ilusionadas, que llegara la hora de acostarnos para ponerlo debajo de la almohada. El ratón no fallaba nunca: me traería caramelos –segurísimo- y se llevaría el diente a cambio, no sé para qué... pero el caso es que nunca se olvidaba de llevárselo.
Esa noche era casi equiparable a la noche de Reyes (creo que no exagero mucho) y yo no podía conciliar el sueño; me parecía oir ruiditos sospechosos, que me imponían mucho respeto... y esperaba con cierto repelús algún indicio de pisadas sigilosas sobre mi cama. ¡Qué nervios!. Al final acababa durmiéndome con esa tensión.
A la mañana siguiente me levantaba de un brinco y empezaba la búsqueda. El paquetito podría estar cerca de la cama, por un rincón de la habitación, debajo de la mesa, en el alféizar de la ventana o en cualquier otro sitio de la casa...
Un año no aparecía por ningún lado. Buscábamos y buscábamos sin éxito y nos parecía imposible que el Ratón se hubiera olvidado de cumplir con su obligación. Al ver nuestra inquietud (éramos mi hermana y yo) y la desilusión tan grande que empezábamos a sentir, la abuela nos animaba:
-“Buscad, seguid buscando, ¡tiene que estar por algún sitio!... Bajad a jugar al jardín y miráis ahí...por si acaso...”-
¡Qué cosas decía la abuela!... ¿Cómo iba a haber estado el Ratón por el jardín...?
¡Pués sí, sí que había estado!. Bajamos, como nos indicó ella, y nada más entrar vimos que, atado con una cuerda, de la rama de un naranjo pendía el ansiado paquete. Y esta vez además de los caramelos y la carta me había traído un sacapuntas de plástico verde en forma de teléfono.
¡Nunca fallaba el Ratón!.
Seguro que es difícil imaginar que ese sacapuntas me hiciera la ilusión tan grande que me hizo y lo que lo disfruté durante mucho tiempo...
Ni que decir tiene que, pasados los años, cuando me tocó hacer de Ratoncito Pérez, dejaba siempre una cartita en verso acompañando al paquete de chucherías.
5 comentarios:
Esta mañana he oído por la radio que se ha inaugurado en Madrid, en la calle Arenal, 8, creo, el Museo del Ratón Pérez. Es posible que esté alli el sacapuntas verde con forma de teléfono....
Gracias, anónimo; He visto muchas veces una placa conmemorativa ("Aquí vivió... el Ratón Pérez, según el cuento del P. Coloma...")que hay en la calle Arenal y me pareció muy simpático el detalle, pero no tenía ni idea de que hubieran abierto un museo.¡Iré a verlo!.
Doy fe de que el ratoncito siguió con la tradición, dejándonos paquetes de regalos y versos que ahí tengo guardados. Yo también recuerdo la ilusión que me hacía. Creía que vivía en el armario de los zapatos de mi habitación.
Una vez llegó a dejarme un paquetito una vez cuando, para probar, le dejé la uña del dedo gordo del pie que se me había caído después de un golpetón que me pegó la máquina de escribir al caer...
Lo que me sorprendía siempre es que siendo pequeño, como me lo imaginaba, pudiera cargar con esos paquetes tan grandes que nos traía
Ire:
Siempre fuiste bastante práctica y, realmente, aquella idea de dejar debajo de la almohada la uña de tu dedo gordo del pié (¡qué dolor, qué horror!) me pareció genial, propia de tu optimismo ante las adversidades... ¿Cómo no se iba a portar bien el Ratón, aunque no se tratase de un diente?.
Me encanta que leas de vez en cuando mis recuerdos.
Besitos.
En este blog dan noticia de la placa que han puesto en la Calle Arenal en honor del Ratoncito Perez
http://cosasnimias.blogspot.com/2009/01/no-slo-los-magos.html
Besitos
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